martes, 23 de julio de 2024

Bad CGI Gator (2023) y la sátira plácida |Crítica

Full Moon nos entrega esta nueva adición al subgénero de "ironía naif" sobre patéticos animales salvajes listos para masacrar americanos desprevenidos, premisa ya caducada y mal concebida vista en Bad CGI Sharks (2019) o incluso Cocaine Bear (2023). Danny Draven, el artesano rutinario de cintas Direct to Video y ex-editor de Charles Band que ha encabezado productos del videoclub genérico como Horrorvision (2001), Cryptz (2002) o Dark Walker (2003) y recientemente la más Ghouliesca de las cintas marihuanas de Band que es Weedjies! Halloweed night (2019), termina siendo el pobre trabajador encargado de una obra podrida y redundante de nacimiento; su largometraje número doce. 

Lejos de caer en el típico abismo despreciable que es la autoconsciencia malinterpretada vista en las malas parodias a la serie B, el mítico productor y su alumno experimentado nos ofrecen una esquizofrénica pseudo-sátira blandengue del género en términos más generales y tal vez con intenciones menos maliciosas que las de Brett Kelly con sus sarcásticos tiburones jurásicos y de ouijas, arremetiendo contra cada estereotipo, signo y tropo en la fórmula del terror creature feature actual pero del mismo modo es una sátira sin enfoque y sin objetivo a que atinar. La comedia mensa más plana y descarriladamente exagerada brota constantemente de un guion decididamente desnutrido, derivativo y de simpleza intencional, además de los desgastados personajes estereotipados que lo son para exponer su fatiga en el terror genérico.  

El grupito pendejito de springbreakeros pasa las vacaciones en una cabaña, son los virtuosamente ingenuos protagonistas secos que se enamoran, los frat boys estupidisimos y las valley girls influencers; todos desechables ante las mandíbulas de la bestia antagonista. Uno podría seguir las huellas de la degeneración de esta premisa desde la antiaventura aletargada del mockbuster de Jaws italiano Killer Crocodile (1989), los guiños cómicos demoledores de la cuarta pared de Lake Placid (1999) pero más que nada se toma como prototipo el desmadroso y juguetón cutremetraje de Tobe Hooper titulado Crocodile (2000) con todo y los fiesteros jóvenes batallando contra un mal renderizado reptil de pantano.   

Bad CGI Gator no solo comparte ADN con esta última producción, sino que eleva sus conceptos más peculiares, como la inyección de personalidad humana en plan caricatura a su animal asesino, además del continuo estiramiento de la verosimilitud y la representación de su bestia, jugando siempre con las posibilidades de las creaciones por computadora, además de que la ridiculez llega a puntos irritantemente deliberados, el cocodrilo ya no derriba la pared, sino que toca la puerta. El filme se compromete al juego de género al que apuntaba Hooper. 

Sin duda se le dio luz verde debido a ciertas ideas irreales que llamaron la atención de Band, como cuando el flotante caimán toca el timbre de la casa donde se esconden sus presas antes de atacarlas o cuando la criatura utiliza sus superpoderes provenientes del departamento de (d)efectos especiales por ordenador para merendarse a uno de los idiotas vacacionistas mientras levita en el aire, echándoselo de un bocado. Los aciertos creativos son apaciguados por un tono y ritmo desganados, producto de una burla filosa al cine normalito y su sobreexplotación del CGI (y porque no, también a la serie B competidora), utilizando la ironía para presentar las fallas y pecados cinematográficos ocasionados por el cine hecho por computadora del que Band tanto se queja e ignoraba hasta este momento, pero no hay intenciones subrayadas ni un texto interesante que lo mantenga cautivante o que lo vuelva necesario; se podría hacer el argumento de que The Asylum e incontables cintas sin presupuesto ya ocupan ese espacio y vuelven sus parodias a la corriente mainstream mucho más directas y contundentes con descarados mockbusters y plagios cutres; volviendo a Bad CGI Gator una desviación sin gracia del catálogo de Full Moon.

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