domingo, 30 de junio de 2024

The Primevals (1994-2023) y el salvajismo truculento |Crítica

¿Qué tanto estás dispuesto a esperar para terminar tu película? 

Una pregunta que de seguro pasó varias veces por la mente de David Allen, el mago técnico de efectos especiales que dio vida a las marionetas de Puppet Master (1989) y a gran cantidad de criaturas pertenecientes a la compañía Full Moon, juntando créditos en gran cantidad de largometrajes populares y desconocidos alrededor de su carrera, desde Ghostbusters 2 (1989) hasta Laserblast (1979).




El joven Allen empezó un proyecto personal en los años sesenta inspirado en historias pulp sobre viajes a tierras desconocidas, habitadas por criaturas extravagantes, mayormente influenciado por los clásicos de maestros como Willis H. O'Brien y Ray Harryhausen, su obra original (originalmente titulada Raiders of the Stone Ring) fue traída a la vida en forma de una secuencia de prueba, la cual supuestamente incitaría a compañías como Hammer Films a producir un largometraje completo pero desafortunadamente los planes para la realización de la película fueron abortados. 



Puesto en espera, Allen no abandonó la idea, siguió cambiando y desarrollando el proyecto hasta que conoció a un joven productor a finales de los años setenta, Charles Band, a quien le presentó la idea, Band estuvo interesado, y comenzó la preproducción de la cinta.

Tuvieron que disolverse varias compañías, pasando año tras año de preproducción frustrada, hasta que a principios de los noventa, Band le propondría a Allen finalmente rodar la película, aprovechando el financiamiento de Paramount y el jugoso éxito de sus filmes de la época dorada de Full Moon. 

En 1994, el rodaje del proyecto, ahora titulado The Primevals, comenzó en Rumanía en verano y duró alrededor de 10 a 12 semanas, bajo la dirección de Allen, quien anteriormente se había demostrado como un convincente director con Puppet Master 2 (1990), su primer largometraje como realizador total sin contar su porción pequeña de The Dungeonmaster (1984)

Todo se vino abajo con la crisis que golpeó duro a la compañía productora, la separación de Full Moon y Paramount, afectando duramente a la situación financiera de  Band, quien borró varias películas planeadas y dejó inconclusa la producción de Primevals. 

David retomó brevemente el proyecto entre trabajos pero esto acabó con su muerte en 1999, después todo el metraje fue archivado, los materiales distribuidos entre su equipo técnico de efectos especiales, y Band no pudo hacer demasiado debido a los nefastos tiempos económicos en los que se veía.


Todo esto cambió en el 2018, cuando Band se encontró en otro de sus resurgimientos en la industria por la proliferación del streaming y decidió terminar el filme de una vez por todas, usando a los estudiantes de Allen y a editores eficientes que pudieran concluir la posproducción, todo para traer a nuestras pantallas al bebé de Allen finalmente.

Existen dos versiones de la película, una con los efectos especiales completamente terminados y una con escenas eliminadas que se quedaron solamente como parte del guion gráfico realizado por Allen. Ambas se podrán ver en los lanzamientos caseros de la cinta. 



En las tierras lejanas del Himalaya se encuentra el cuerpo de un colosal yeti, el gigante es expuesto por la profesora apasionada Claire Collier (una inspirada Juliet Mills), solo para ser interceptada por el estudiante de tesis fallida, Matthew Connor (un plano Richard Joseph Paul), quien termina viajando al lugar del descubrimiento criptozoológico con ella, después de encontrar marcas de avanzada cirugía cerebral en el cuerpo del coloso, no sin antes contratar al endurecido explorador Rondo Montana (Leon Russom en plan Indiana Jones de pacotilla) como guía. 






Al llegar encuentran a otra ex estudiante de la profesora, Kathleen (una desubicada Walker Brandt), quien les informa de un jefe nativo que enfrentó a la criatura. Tras un exhaustivo viaje por las nevadas montañas y campos extensivos, juntos encuentran la escondida guarida extraterrestre, hogar de invasores que se demuestran como los responsables de la aparición de ciertas bestias mortales, las mascotas de la civilización avanzada de reptilianos David Ickeanos





Desde hace más de 100 mil años los reptiloides hiperinteligentes moldean y monitorean la evolución en la tierra, creando experimentos controlados en sus bases, ahora estos se han salido de control, no solo torturando con su super tecnología sino también utilizando materiales terrenales para sus guaridas y armas, herramientas sospechosamente humanas.



Atrapados en sus jaulas de madera, los humanos protagonistas son parte de un espectáculo de coliseo romano con gladiadores críptidos, todo para el disfrute de las lagartijas intergalácticas, sádicas y primitivas pero tecnológicamente desarrolladas, lo que les sirve para perfeccionar sus instrumentos de destrucción y bestialidad. 


Satisfactoriamente escrita y dirigida por Allen, con el co-guionista Randall William Cook (creador de efectos en Lord of the Rings (2001-2003), Ghostbusters (1984) e infinidad de producciones de Band) quien igualmente tiene gran carrera en los efectos visuales, ambos apoyados por una adecuada banda sonora del gran Richard Band y una edición mayormente correcta del veterano Steven Nielson (The Crater Lake Monster (1977), Microwave Massacre (1979)) con una trayectoria prolífica y larga también.

Al mismo tiempo, al filme se le puede calificar de anticuado e incluso de monótono, interpretado de manera inverosímil, pues al fin y al cabo estamos ante una perfecta fotocopia de sus influencias de mayor peso.


Reproduce al pie de la letra la forma clásica del filme de monstruos y aventuras, con su prosaica dirección tradicionalista, con panorámicas desveladoras de paisajes descomunales, el pesado ritmo sosegado, el celoso resguardamiento de su acción de monstruos hasta el clímax, las obsoletas transiciones de fundidos a negro de puntuación (que hoy en día se leen más como cortes a comerciales que otra cosa) y por supuesto su colección de personajes arquetípicos, aquí implementados apropiadamente y sin desviaciones de algún tipo.

El arcaico modelo funciona como una sintetizada copia-homenaje al creature feature protagonizado por modelos monstruosos, reciclando una esquelética historia inmortal al mismo tiempo englobadora de todos los tropos avistados y recordados, la intachable técnica de un Valle de Gwangi (1969), con todo y sus unidimensionales protagonistas, lo que se puede repetir si hablamos de The Beast from 20,000 Fathoms (1953), It Came from Beneath the Sea (1955) y gran cantidad de clásicos de antaño, en donde el filme se guardaba a las verdaderas estrellas para secuencias clave, sin tirarnos de sopetón todos sus trucos por el riesgo de poseer un clímax precoz, dosificándolos mediante el desarrollo de la trama, llegando al impactante crescendo final, y en Primevals la fórmula se repite y se mantiene exitosamente vigente todavía. 


El final, el tercer acto en específico, ejerce una habilidosa demostración de talento artesanal superior, en donde el stop motion Harryhausiano llega un máximo refinamiento, rayando en un apantallamiento tecnicista soberbio y autocomplaciente, perfeccionista stop motion pocas veces visto, con fluidez absoluta e insólita. La perfección artesanal de los conceptos de los mencionados maestros del medio, contando con la impresionante asimilación por parte del material nuevo con lo rodado en 1994, continuidad técnica casi perfecta entre ambos.

A pesar de las posibles tentaciones de ofrecer estímulo en exceso, no se deja llevar por el ruido visual ni la atiborración innecesaria, los planos son consistentemente pensados con anterioridad, dejando lugar para un concreto montaje sin distracciones ni desviaciones del desarrollo ya previsto, sabiamente pone los efectos a merced de sus ideas, que si aleccionadoras y generales, consiguen transmitirse con efectividad.


En su relato toca temáticas como la crueldad incivilizada perpetrada por seres con tecnología supuestamente sofisticada, mostrando a los antagonistas como sádicos feroces que se deleitan con su violencia, relacionando su comportamiento con los del ser humano y su naturaleza. 

Primevals es el reconocimiento del misterio del salvajismo humano primitivo, encontrado en las demostraciones de brutalidad organizada y elaborada de los monstruos villanos, quienes comparten ADN y similitudes con la especie homo sapiens; aquí se encuentran los misterios prehistóricos que buscaban Harryhausen y O'Brien con sus bestias de tiempos remotos, sus leyendas marítimas, islas intactas por el desarrollo civilizado, y mitos inmortales de años inmemoriales, su incansable búsqueda a un pasado que pueda explicar la naturaleza bestial destructiva del universo, encarnada en sus icónicas creaciones. 

Allen sugiere que las emociones humanas por medio del sacrificio desinteresado solo pueden salvar a los protagonistas, expresado por el sacrificio del nativo en la escena inicial, el del yeti grandote, anteriormente caracterizado como un gigante mansote, antes de ser corrompido por los reptiles, y el sacrificio de la profesora filosofadora (flechada cual fierecilla jovencita de Intolerancia (Griffith, 1916) con un extendido discurso anterior a su muerte, cuál lección de humanismo chafita que te dice de qué trató la película. 

Dentro de su cursilería casi didáctica, está la esperanza de la evolución anti-salvaje anti-brutal del humano, aprendiendo de las ruinas de la caída civilización reptiloide, vencida por su propio cañón con rayo destructor de planeta desconocido. Complementando su escritura de chusca obviedad está su tono cándido, y la moraleja ambiciosa de fábula optimista, necesariamente carente de sutileza, pero no por eso menos seria.    


Primevals es el último respiro, una pieza clave perdida de la historia de la ficción fantástica ingenua, el punto final que hubiese clausurado el tan amado modelo, cerrando con el cine de aventuras de estudio con stop motion, tal vez para siempre, abriendo paso a los ejemplos actualizados y posmodernos de serie Z, como Queen Crab (2015), y otros trabajos de Brett Piper, entre los de otros realizadores. Todos tocados por la era digital modernizada, y el plagio-tributo casero, cayendo siempre en fanatismo ligero más que en la repetición exacta, muchas veces para su fortuna.

Desconcertante para los espectadores no familiares con sus influencias, Primevals es la película de mayor ambición y alcance de Full Moon, y no tiene nada de olvidable, será un viaje al pasado dentro de otro, pues a pesar de sus más de 30 años de espera el filme en sí nos remonta a una era anterior, casi tocando el corazón del cine de monstruos puro y duro, una de las películas que no te puedes perder si eres fan de la serie B.

Crítica en vídeo:

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