sábado, 1 de marzo de 2025

Top 5 mejores y peores del año 2024

No vi demasiadas películas del 2024 el año pasado (algo típico debido a mi aversión por el cine popular actual) pero decidí ponerme al corriente durante el inicio del año, así que aquí están las que considero como las más rescatables y también las peores (mayormente en el ámbito del cine de género/serie B). También vale la pena decir que falta una buena cantidad de películas que me interesaban pero que no se han lanzado apropiadamente y son difíciles de ver por el momento (mayormente es el caso con películas mexicanas). Meramente como tradición y sujeta a cambios, pues puede que vea más del año pasado en los siguientes meses, esta es mi selección.


Top 5 mejores: 

5- Bigfoot Exorcist (Wild Eye Entertainment) Dirs. Donald Farmer - Newt Wallen

El treintavo largometraje del veterano Donald Farmer es otro desquiciado destape vulgar de sangre, gore rudimentario y sexualidad soft pero prominente (y fetichista) que funge meramente como experiencia (anti)estética-antiuniforme. Totalmente descompuesta, desnutrida, ecléctica, discontinua, crudamente rodada y enfocada en recrearse en sus elementos a explotar (esos planos alargados que contemplan al monstruo barato recorrer un cementerio o las muertes con las que se agasaja la cámara) antes que intentar darle coherencia a sus múltiples subtramas, a las que abandona o dilata a placer, porque a Farmer le viene bien guanga la relación causa-efecto (producto de su formidable desintegración del relato). Ya cada vez menos cerca del espíritu Jess Franquiano que sublimó sus filmes anteriores, aquí queda la caspa, pero vaya caspa. 

4-Mummy Shark/ Camp Blood: Clown Shark/ One Million Babes BC (Polonia Brothers Entertainment) Dirs. Mark Polonia - Jeff Kirkendall


Lote estrafalario de indescriptibles sueños febriles del casposo imparable Mark Polonia (sus cintas número 86, 88 y 89) y su equipo recurrente. Empezando con el cine de momias clásico (de Universal a Hammer y ejemplos de serie B), pasando por la tetralogía británica de “cavegirls” (de la Hammer también) y añadiendo la farsa actual de tiburones ya asimilada e inferida. Mark sigue abierto a las rupturas técnico-formales que dan paso a las sensoriales deformaciones audiovisuales (superposiciones ultra-artificiales, stock shots discordantes y sobreexposiciones) dignas de un Polonia primerizo por allá cuando estrenaba alucinaciones óptico-sonoras como Bad Magic (1998), que hoy en día funciona como contracine depurado con la flexibilidad formal que deja en pañales a sus contemporáneos y las nuevas generaciones. Absurdos delirios improbables que buscan lo imposible.

3-Furiosa: De la Saga de Mad Max (Kennedy Miller Mitchell, Domain Entertainment) Dir. George Miller


Contenida épico-mítica cinta del demoledor, desmadroso e influyente George Miller que cuenta como la niña/adolescente postapocalíptica Furiosa se convirtió en un icono. Lo que la salva de proclamarse pretenciosamente como “mitología moderna” es que no es un mito para nosotros, sino para los personajes dentro de su universo. Casi opuesta en su meticulosa y controlada acción a la orgía vertiginosa de Fury Road. Es raro encontrar a un director, viejo o no, que sepa usar la cámara en mano, el pictorialismo, los movimientos (tanto de la cámara como lo que está frente a ella), el CGI o que vuelva a las propias elipsis y transiciones un recurso expresivo sustancial.  

2-Crocodile Swarm (Jagged Edge Productions) Dir. Tyler-James 


Sexto largometraje realizado por el productor/guionista convertido en director Tyler-James y uno de los más insólitos filmes elaborados por Jagged Edge. Cada recurso expresivo resuena más duramente al quebrar con la estaticidad de su dirección (esos zooms vertiginosos a la mujer comida por mega falsos cocodrilos en la escena pre-créditos, extrañísimos planos aberrantes y juegos de luces en penumbra prominente con la parte inferior del plano bien iluminada e incesantes jump-cuts cual recurso ahorratiempo del primer Godard). Infestada de planos luminosos y coloridos donde la luz fuerte y dura ilumina las cavernas postZontarianas, postDescenso que tiene por locación principal. Por su miserable historia y descolocaciones formales denota no una intención de narrar sino de delirar y dejar que las visuales consigan los efectos emocionales-atmosféricos necesarios. Sin mencionar ese “ojo-cámara que todo lo ve” que se posiciona por medio de planos cenitales y top shots por encima de sus míseros personajes y asciende lentamente a los cielos. Fascinante. 

1- Quadrant & Death Streamer (Full Moon Features) Dir. Charles Band


Es impresionante que Charles Band, el “poeta pulp” (según el crítico australiano Adrian Martin) de la serie B moderna (de los noventas para acá), siga igual de rico, busque nuevas herramientas de expresión (sin olvidar su medio) y continúe reinventándose en pleno 2024-2025 sin perder su toque. Aquí hay dos muestras de esa mentalidad Cormanesca, desprovistas de realismo y coherencia alguna, con creatividad formal y exploración temática subyacente, utilizando un díptico de tramas-pretexto que se desenvuelven como pesadillas digitales vueltas campo para lo etéreamente irreal/surreal. A pesar de lo controversiales que puedan ser (uso de IA, bajísimos presupuestos), aquí se ganan el lugar más alto. Dan para unas críticas pero eso tal vez después. 

Me dan ganas de poner: Trap (M. Night Shyamalan), Jurassic Triangle (Victor De Almeida), Terrifier 3 (Damien Leone), Wicked (Jon M. Chu), The Killer (John Woo), Immaculate (Michael Mohan), Space Sharks (Dustin Ferguson), Monster Mash (Jose Prendes) y MaXXXine (Ti West).


Top 5 peores:


5- In a Violent Nature (Shudder Films) Dir. Chris Nash


Reciente degradación/profanación de la imagen-tiempo Deleuciana (¿o la imagen-hecho Bazineana?), la nueva regurgitación de la moda del “slow cinema” (lo que sea que signifique eso), inspirada en ejemplos incluso ya cuestionables como los del Gus Van Sant dosmilero (Gerry, Elephant, Last Days, Paranoid Park) y la inútil búsqueda forzada de lo “sublime” del Terence Malick más mamón. El cine de la mente choca por completo con el cine de los géneros corporales (según Clover y Williams) y explota en esta nefasta cinta de esteticismo fetichista que momifica y contamina lo que en un momento fue vanguardia y estilo proveedor de una nueva manera de expresión. Ni siquiera es lo que dice ser, el montajista corta constantemente durante la trayectoria del asesino (secuencias que intentan imitar las extendidas caminatas ininterrumpidas vistas en sus influencias), nunca deja que se complete su recorrido sin interrupciones, destruyendo el punto del método empleado (esa concepción del tiempo y de los sujetos autónomos), esto empeorado por los diversos e insistentes cambios de ángulos y encuadres que traicionan el concepto de las tomas largas. Aparte, su foco de contemplación es de lo más banal. ¿Qué querían que contempláramos? ¿Los tropos del cine slasher por si solos? Ogroff (1983), Erase una vez el diablo (1986), Sledgehammer (1983) y Blood Lake (1987) son todo lo que esta película aspiró a ser.


4-The Substance (Working Title Films, Blacksmith) Dir. Coralie Fargeat


Despistada, autocomplaciente, autoexcitada, arrítmicamente vociferadora de un tautológico discurso fácil de panfleto frívolo que termina de leerse en dos líneas por métodos efectistas, estridentes y de obviedad insufrible en su vacuidad estética. Torpemente montada y rodada, sin lugar para lo más misterioso del cine de género, la indagación e investigación de sus imágenes, o pluralidad de interpretación alguna. Los efectos prácticos gore más aburridos y carentes de imaginación que he visto en un buen rato. Esta versión fea de The Wasp Woman (1959-1995) y de Evil Spawn (1987) sale sobrando. 


3-Anora (Cre Film) Dir. Sean Baker


Esperpéntica, boba y pedestre película del inflado Sean Baker que pasa de lo cinematográficamente ordinario a la replicación de formas, sensibilidades y estructuras autorales establecidas anteriormente en otros cines (Cassavetes, Lubitsch, Hawks, Franco) extirpadas de significado, contexto e importancia con rupturas desviadas muy tenues. Parte del hilo de deformaciones presentes en la filmografía de la generación reciente de directores académicos-cinéfilos galardonados (Gerwig, Chazelle, Eggers, Fargeat, Aster, Peele, Baumbach y otros). Una historia de barato carácter pseudo-crítico exigiendo ser interpretado (“Es una reinterpretación de la Cenicienta pero de mala leche y del mundo de las prostitutas.”) protagonizada por personajes desperfilados y realizada sin pensar en cómo se está representando y tocando cierta “realidad social” (tan alejada de ella como del espectador, como pasó en la aborrecible Tangerine del 2015) pero soñándose reveladora y exploradora de un mundo marginado/oculto. La estéril puesta en escena y la perdida/desorientada dirección resulta en encuadres, movimientos y planos funcionales, inexpresivos y unidimensionales, sin poder anclar idea alguna a lo que rueda o como lo rueda. 

2-Mouse Trap (Bailey Phillips Productions) Dir. Jamie Bailey


Hecha muy de a huevo para aprovechar que Steamboat Willie entró al dominio público, este es el ejemplo más ínfimo del terror con iconos infantiles. Ningún elemento embona, combina, comenta o se relaciona con los otros. Incoherente colección de referencias pop y chistes de parodia YouTubera con estereotipos y clichés sin vuelta de tuerca ni nada, no hay remates ni ironía en ninguna escena. Más cerca de un Kevin Smith chafa (bastante peor que Yoga Hosers) que de un Winnie the Pooh Blood and Honey. Usa la autoconciencia y las referencias para ocultar que no hay base alguna que la soporte. En cierto modo contiene una analogía para el estado actual del espectador: jóvenes atrapados en un complejo de diversiones/entretenimiento (aquí un Laser Tag) siendo víctimas del ratón Miguelito (y otras corporaciones como Disney). No hay escape. Solo aburrimiento, cinismo y muerte.  


1-Reagan (Brookwell-McNamara Entertainment) Dir. Sean McNamara


Nefasta biopic de Ronald Reagan, el cuadragésimo presidente de los Disparos Unidos Neoliberales. La evolución natural del consumismo desaforado de la insípida apología a la vanidad/superficialidad de la clase alta gringa de Bratz (otra película del director, quien ahora hace Reagan para los adultos que crecieron con esa) se puede ver en este abominable panfleto político que encapsula el nefasto estado del cine estadounidense: guion truculento de escuelita sobremanipuladora y construcción cinematográfica antirreflexiva, atrofiada, inexpresiva y con sobrecarga de intenciones hipersentimentales (de manera monótona, seca y cerrada). Glorificadora de un mandato horripilante y desinformando sobre sus supuestos logros. Una espantosa y profundamente aburrida hagiografía perversa. El fallo en fondo y forma del cine más miserable en su máxima expresión.  

Por poco pongo: Late Night with the Devil (Cameron Cairnes, Colin Cairnes), Night Swim (Bryce McGuire), Prey (Mukunda Michael Dewil), Woody Woodpecker Goes to Camp (Jonathan A. Rosenbaum), Devon (JWoww), Tarot (Spenser Cohen, Anna Halberg), Time Cut (Hannah Macpherson), Technoboys (Luis Gerardo Méndez, Gerardo Gatica), Lisa Frankenstein (Zelda Williams), Civil War (Alex Garland), Nosferatu (Robert Eggers), Heretic (Scott Beck, Bryan Woods), Longlegs (Osgood Perkins), Alien Romulus (Fede Álvarez), Unfrosted (Jerry Seinfeld), Barbie & Kendra Crash Joe Bob’s Drive-In Jamboree! (Charles Band), First Shift (Uwe Boll), Godzilla × Kong: The New Empire (Adam Wingard) y Mr. Crocket (Brandon Espy).

domingo, 25 de agosto de 2024

Barbie & Kendra Crash Joe Bob's Drive-In Jamboree (2024) |Crítica

En el nuevo crispante mediometraje medio chistoso medio entretenido del productor/director completo Charles Band el dúo dinámico de camgirls audaces Barbie (una exasperante Cody Renee Cameron) y Kendra (la exagerada Robin Sydney, la nueva esposa del realizador) buscan un hombre machote al estilo vaquero y terminan encontrando a un despistado Joe Bob Briggs (junto a una irrelevante Diana Prince) llevando cabo una celebración del autocine obsoleto por su cualidad de “irremplazable” proyectando extractos incoherentes del plagio pseudo-humorístico del exorcista Ruby (1977), con insertos de Seytan (1974), y un avance de Crash! (1976) de pilón para rellenar la duración de la cosa.  

Cuarta cinta irritante de Barbie y Kendra en cuyo centro se encuentran doblajes burdos a películas de serie B pertenecientes al catálogo de Full Moon. Cada una más deteriorada que la anterior, con chistes de tópicos actuales que las dejarán desactualizadas en un año, pero insólitamente resulta la más inspirada por su insistencia de comentar sobre la explotación industrial Hollywoodense de franquicias taquilleras mediante la película dentro de la película. Los plagios descarados de El Exorcista (1973) en el sagrado autocine sureño y la narración dentro de la nueva historia improvisada de la película presentada en el autocine denuncian la misma condición carente de originalidad de la industria cinematográfica actual. Todo bañado en nostálgicas remembranzas a una era extinta de entretenimiento al aire libre que ahora resultan patéticas cual fanático desesperado sujetándose a sus arcaicos métodos de exhibición como forma de contracultura desviada, y en un océano de chistes internos captados por los que forman parte del fanatismo de convenciones de terror en gringolandia.  

Ataques firmes e intencionados (pero desatinados) a las modas modernas y la cultura popular del momento adornando su autocomplacencia retro de tributo barato. Añadiendo a eso una accidental ruptura de la forma cinematográfica profesional-industrial actual (cambios bruscos de formato y calidad de imagen, encuadres incómodos, anti-estética cruda, interpretaciones torpes, puesta en escena rígida y meramente funcional, toscos primeros planos de chicas topless, infernal plano general maestro extendido, predecible plano-contraplano, etc...) como instrumento flojo de enajenación, chocan y se oponen a las reglas y convenciones del cine tradicional que se ofrece hoy en día al rechazar el virtuosismo a favor de la sencillez. 

De la mala leche a la rebeldía, Band destaca por su total descuido formal a favor del entretenimiento breve y eficaz. Un festival autocomplaciente de cuestionables métodos e intenciones. Una reinvención desinflada del filme de franquicia menor forzado, deteriorada por la elíptica sobrefragmentación episódica que tiene como trama, la cual se resbala y se pierde en un mar de gags desesperados cuyo blanco es una cultura que apenas entiende y  una industria en la que ni siquiera figura, tanto para bien como para mal. Band y William Butler (el guionista) han elegido el camino fácil de la parodia ingenua más bofa y desganada en la cual se usa de excusa el comentario social-industrial que contrasta con el engrandecimiento a las formas más olvidadas y despreciadas de proyección. Irónicamente todo esto en un film que fue directo a streaming y que solo resultaría aceptable en tal formato casero que prioriza el material de “consume y desecha” como este. 

Ejercicio de la sintetización de Band y su estilo de vulgarismo multi-lenguaje si hablamos cinematográficamente, verbalmente, estéticamente, literariamente, narrativamente, en contenido y forma y todo lo que le sigue, que solo funciona cuando no está al tanto de sus transgresiones .

domingo, 18 de agosto de 2024

Alien: Romulus (2024) y la canibalización blockbuster.

El cuarto largometraje como director de Fede Álvarez está conformado por un desfile de elaboradas recreaciones de escenas, planos y visuales clásicas de la franquicia de Alien que solían brillar por su frescura dentro de su contexto, personajes corriendo por los cerrados pasillos de las industriales naves espaciales mal iluminadas y humeantes, el primer plano con el viscoso xenomorfo salivoso sofocando a una heroína, la jauría de xenomorfos acechando en las sombras, la protagonista armada que resulta ser la última sobreviviente, la acídica sangre extraterrestre que desintegra interiores metálicos, todo esto se transfiere al relato elemental de este filme plagio-tributo confeccionado minuciosa y sintéticamente como la obra-homenaje más fiel y reiterativa posible, un remedo de filme similar al remedo de humano que son los humanoides sintéticos que la cinta intenta reivindicar (?). Un filme al estilo best hits más ciegamente fanático que se ha multiplicado desde The Force Awakens (2015) y que se volvió mandatorio, creando la nueva oleada de cintas-tributo al Hollywood pasado hechas por el Hollywood de hoy. 

Un tratamiento esperado conociendo la carrera de Fede y su ópera prima que servía de refrito directo de Evil Dead, pero los homenajes que se leían como los puntos obligatorios de un remake aquí son solamente secuencias y planos al estilo “copia y pega” con cada vez más desgastada eficacia. Ni el anteriormente intimidante xenomorfo se salva de ser otra criatura más vista por una cámara digital que no registra tanta información como lo hacía la fotografía en película real de la primera, la cual necesitaba de mucha luz para obtener imágenes más dinámicas, aquí se termina perdiendo el golpe de los detalles en el aspecto grotesco de los monstruos y los escenarios se ven más como una mancha borrosa. Mucho menos se puede decir que han brillado los protagonistas, ahora carentes de la madurez sobria de los adultos que lideraban las historias de las originales, ahora vemos a jóvenes modernos que recuerdan más a los adolescentes perdidos de un Talk To Me (2022) o Evil Dead Rise (2023) que a la disciplinada heroína icónica que era Ripley y los marines veteranos. Ni siquiera explota el potencial de esta brecha generacional explorando las preocupaciones de generaciones más jóvenes. Están también los breves e insustanciales comentarios anti-corporaciones que ahora ya dejan de ser parte del conflicto central y se tocan solamente en líneas de diálogo desechables, la trama es ahora casi totalmente apolítica. ¿Entonces por qué añadir esos instantes de cuasi-comentario barato? Porque sí, porque no, por si acaso y porque salía en las otras.

Tonalmente es un puente entre la pausada Alien (1979, Scott) y el exaltado espectáculo de Aliens (1986, Cameron), queriendo quedarse con sus silencios ominosos y también con las balaceras ruidosas, que más que acercarse al filme de Cameron son más bien dignas de una buena historieta suplementaria a la franquicia. Este extraño hibrido de estilos no hace más que verse indeciso con su inquieta cámara alebrestada durante la acción y la estática cámara que establece los oscuros y peligrosos ambientes. Si te preguntas qué tanto de ello es legible y estimulante pues más vale recordar Alien vs Predator: Requiem (2007, hermanos Strause) para recordar lo que era una buena acción de monstruos en penumbra casi total porque estos enfrentamientos son más que nada fugaces y mecánicos. 

Muestra de su ordinariez es que es la cinta que finalmente toca las temáticas de engendración y maternidad directamente y sin alusiones pero con menor relevancia temática que Prometeo (2012) con su búsqueda por el origen de la vida. El bebé humano-xenomorfo irrumpe inadvertidamente como sorpresa en el clímax, imagen ya vista y tratada con mucha burla en Creepozoids (1987, De Couteau) o incluso en el sangriento parto de punto final que cierra la Cormanesca Humanoids from the Deep (1980, Peeters), pero no solo eso, sino que también de este parto sale un humanoide tipo Xtro (1982, Davenport). ¿Habrá idea psicosexual/reproductiva del clásico de 1979 que los artesanos de la serie B no hayan ya aprovechado y mejor explorado con sus plagios? Incluso Alien Resurrection (1997, Jeunet) ya había llegado mucho más lejos con su espectacular aborto espacial. Aquí hay vaginas alienígenas y bebés monstruosos, pero, ¿existe la unidad entre su historia y sus imágenes? 

No se deja ver la trinidad temática-relato-forma de este modelo tradicional al que pertenece, aquí nos encontramos con la disparidad de esta nueva era con respecto a las anteriores, en donde a la corrección académica se añade la corrección industrial: no basta con que la película siga los parámetros académicos genéricos, ahora también tiene que parecerse a lo que conocemos de Alien sin importar nada, mientras más familiar es, mejor se vende. Por eso proliferan los Fede Álvarez en la industria, no es algo nuevo, ya viene desde los setentas u ochentas con tanto plagio-tributo desmedido a los seriales de aventuras, a John Ford, a Hitchcock y a Robert Wise, estamos ante la era de los fanáticos Spielbergianos. Más en común tienen estos blockbusters actuales sobrenostálgicos con Spielberg que con sus originales. El tipo de cine que se alimenta de otro cine solamente. Un cine que trivializa las imágenes que se roba al eliminar su significado, al sacarlas de la estructura para la que fueron concebidas y ponerlas en una “montaña rusa homenajista”, no han pasado esas imágenes por un proceso de reconfiguración y apropiación necesario para ser revitalizadas con un significado nuevo y actualizado. No son imágenes revividas, son meramente imitativas, son imágenes cadáver.   

¿Era la Alien original un descarado homenaje a El planeta de los vampiros (1965, Bava) o a El terror del más allá (1958, Cahn)? Lo dudo. Incluso si tomaba elementos indiscutiblemente presentes en esas películas y recreaba elementos o conceptos de ellas, estaba todo totalmente personalizado a la visión de Ridley Scott. 

¿Por qué aparecen las imágenes familiares que he mencionado en el primer párrafo en Alien: Romulus? Simplemente porque aparecían en las originales.       

Puede que esté equivocado, pero esa es mi actitud con el cine de género actual, es una canibalización del propio imaginario y de las propias imágenes creadas dentro del mismo género, de la misma franquicia, ahora sin contexto o con una floja excusa narrativa para repetir sin recontextualizar sustancialmente, incluso sin la parodia que implica la serie B (la cual hoy sigue igual de rica), esta concepción del cine como regurgitación de la misma cosa como referencia complaciente cierra la puerta al comentario y a darle nueva vida a imágenes icónicas. La misma Alien es el ejemplo perfecto de eso como ya se ha mencionado. Este fenómeno no es nada nuevo, ya tiene años cociéndose. La culpa no la tiene Alien: Romulus (una película ligera y con breves momentos que sobresalen), la cual dista de ser el peor ejemplo de esto, pero es una tendencia presente y obvia. No es un tipo de cine que me llame la atención por eso mismo, es la razón de que rara vez toque al cine popular actual en el canal y en el blog. La diferencia es simple, películas como Alien: Romulus nos hablan de otras películas, mientras que películas como Alien y Aliens, incluso en su condición de cine de género superlativo, nos hablaban de la vida, de ideas.

martes, 23 de julio de 2024

Bad CGI Gator (2023) y la sátira plácida |Crítica

Full Moon nos entrega esta nueva adición al subgénero de "ironía naif" sobre patéticos animales salvajes listos para masacrar americanos desprevenidos, premisa ya caducada y mal concebida vista en Bad CGI Sharks (2019) o incluso Cocaine Bear (2023). Danny Draven, el artesano rutinario de cintas Direct to Video y ex-editor de Charles Band que ha encabezado productos del videoclub genérico como Horrorvision (2001), Cryptz (2002) o Dark Walker (2003) y recientemente la más Ghouliesca de las cintas marihuanas de Band que es Weedjies! Halloweed night (2019), termina siendo el pobre trabajador encargado de una obra podrida y redundante de nacimiento; su largometraje número doce. 

Lejos de caer en el típico abismo despreciable que es la autoconsciencia malinterpretada vista en las malas parodias a la serie B, el mítico productor y su alumno experimentado nos ofrecen una esquizofrénica pseudo-sátira blandengue del género en términos más generales y tal vez con intenciones menos maliciosas que las de Brett Kelly con sus sarcásticos tiburones jurásicos y de ouijas, arremetiendo contra cada estereotipo, signo y tropo en la fórmula del terror creature feature actual pero del mismo modo es una sátira sin enfoque y sin objetivo a que atinar. La comedia mensa más plana y descarriladamente exagerada brota constantemente de un guion decididamente desnutrido, derivativo y de simpleza intencional, además de los desgastados personajes estereotipados que lo son para exponer su fatiga en el terror genérico.  

El grupito pendejito de springbreakeros pasa las vacaciones en una cabaña, son los virtuosamente ingenuos protagonistas secos que se enamoran, los frat boys estupidisimos y las valley girls influencers; todos desechables ante las mandíbulas de la bestia antagonista. Uno podría seguir las huellas de la degeneración de esta premisa desde la antiaventura aletargada del mockbuster de Jaws italiano Killer Crocodile (1989), los guiños cómicos demoledores de la cuarta pared de Lake Placid (1999) pero más que nada se toma como prototipo el desmadroso y juguetón cutremetraje de Tobe Hooper titulado Crocodile (2000) con todo y los fiesteros jóvenes batallando contra un mal renderizado reptil de pantano.   

Bad CGI Gator no solo comparte ADN con esta última producción, sino que eleva sus conceptos más peculiares, como la inyección de personalidad humana en plan caricatura a su animal asesino, además del continuo estiramiento de la verosimilitud y la representación de su bestia, jugando siempre con las posibilidades de las creaciones por computadora, además de que la ridiculez llega a puntos irritantemente deliberados, el cocodrilo ya no derriba la pared, sino que toca la puerta. El filme se compromete al juego de género al que apuntaba Hooper. 

Sin duda se le dio luz verde debido a ciertas ideas irreales que llamaron la atención de Band, como cuando el flotante caimán toca el timbre de la casa donde se esconden sus presas antes de atacarlas o cuando la criatura utiliza sus superpoderes provenientes del departamento de (d)efectos especiales por ordenador para merendarse a uno de los idiotas vacacionistas mientras levita en el aire, echándoselo de un bocado. Los aciertos creativos son apaciguados por un tono y ritmo desganados, producto de una burla filosa al cine normalito y su sobreexplotación del CGI (y porque no, también a la serie B competidora), utilizando la ironía para presentar las fallas y pecados cinematográficos ocasionados por el cine hecho por computadora del que Band tanto se queja e ignoraba hasta este momento, pero no hay intenciones subrayadas ni un texto interesante que lo mantenga cautivante o que lo vuelva necesario; se podría hacer el argumento de que The Asylum e incontables cintas sin presupuesto ya ocupan ese espacio y vuelven sus parodias a la corriente mainstream mucho más directas y contundentes con descarados mockbusters y plagios cutres; volviendo a Bad CGI Gator una desviación sin gracia del catálogo de Full Moon.

domingo, 30 de junio de 2024

The Primevals (1994-2023) y el salvajismo truculento |Crítica

¿Qué tanto estás dispuesto a esperar para terminar tu película? 

Una pregunta que de seguro pasó varias veces por la mente de David Allen, el mago técnico de efectos especiales que dio vida a las marionetas de Puppet Master (1989) y a gran cantidad de criaturas pertenecientes a la compañía Full Moon, juntando créditos en gran cantidad de largometrajes populares y desconocidos alrededor de su carrera, desde Ghostbusters 2 (1989) hasta Laserblast (1979).




El joven Allen empezó un proyecto personal en los años sesenta inspirado en historias pulp sobre viajes a tierras desconocidas, habitadas por criaturas extravagantes, mayormente influenciado por los clásicos de maestros como Willis H. O'Brien y Ray Harryhausen, su obra original (originalmente titulada Raiders of the Stone Ring) fue traída a la vida en forma de una secuencia de prueba, la cual supuestamente incitaría a compañías como Hammer Films a producir un largometraje completo pero desafortunadamente los planes para la realización de la película fueron abortados. 



Puesto en espera, Allen no abandonó la idea, siguió cambiando y desarrollando el proyecto hasta que conoció a un joven productor a finales de los años setenta, Charles Band, a quien le presentó la idea, Band estuvo interesado, y comenzó la preproducción de la cinta.

Tuvieron que disolverse varias compañías, pasando año tras año de preproducción frustrada, hasta que a principios de los noventa, Band le propondría a Allen finalmente rodar la película, aprovechando el financiamiento de Paramount y el jugoso éxito de sus filmes de la época dorada de Full Moon. 

En 1994, el rodaje del proyecto, ahora titulado The Primevals, comenzó en Rumanía en verano y duró alrededor de 10 a 12 semanas, bajo la dirección de Allen, quien anteriormente se había demostrado como un convincente director con Puppet Master 2 (1990), su primer largometraje como realizador total sin contar su porción pequeña de The Dungeonmaster (1984)

Todo se vino abajo con la crisis que golpeó duro a la compañía productora, la separación de Full Moon y Paramount, afectando duramente a la situación financiera de  Band, quien borró varias películas planeadas y dejó inconclusa la producción de Primevals. 

David retomó brevemente el proyecto entre trabajos pero esto acabó con su muerte en 1999, después todo el metraje fue archivado, los materiales distribuidos entre su equipo técnico de efectos especiales, y Band no pudo hacer demasiado debido a los nefastos tiempos económicos en los que se veía.


Todo esto cambió en el 2018, cuando Band se encontró en otro de sus resurgimientos en la industria por la proliferación del streaming y decidió terminar el filme de una vez por todas, usando a los estudiantes de Allen y a editores eficientes que pudieran concluir la posproducción, todo para traer a nuestras pantallas al bebé de Allen finalmente.

Existen dos versiones de la película, una con los efectos especiales completamente terminados y una con escenas eliminadas que se quedaron solamente como parte del guion gráfico realizado por Allen. Ambas se podrán ver en los lanzamientos caseros de la cinta. 



En las tierras lejanas del Himalaya se encuentra el cuerpo de un colosal yeti, el gigante es expuesto por la profesora apasionada Claire Collier (una inspirada Juliet Mills), solo para ser interceptada por el estudiante de tesis fallida, Matthew Connor (un plano Richard Joseph Paul), quien termina viajando al lugar del descubrimiento criptozoológico con ella, después de encontrar marcas de avanzada cirugía cerebral en el cuerpo del coloso, no sin antes contratar al endurecido explorador Rondo Montana (Leon Russom en plan Indiana Jones de pacotilla) como guía. 






Al llegar encuentran a otra ex estudiante de la profesora, Kathleen (una desubicada Walker Brandt), quien les informa de un jefe nativo que enfrentó a la criatura. Tras un exhaustivo viaje por las nevadas montañas y campos extensivos, juntos encuentran la escondida guarida extraterrestre, hogar de invasores que se demuestran como los responsables de la aparición de ciertas bestias mortales, las mascotas de la civilización avanzada de reptilianos David Ickeanos





Desde hace más de 100 mil años los reptiloides hiperinteligentes moldean y monitorean la evolución en la tierra, creando experimentos controlados en sus bases, ahora estos se han salido de control, no solo torturando con su super tecnología sino también utilizando materiales terrenales para sus guaridas y armas, herramientas sospechosamente humanas.



Atrapados en sus jaulas de madera, los humanos protagonistas son parte de un espectáculo de coliseo romano con gladiadores críptidos, todo para el disfrute de las lagartijas intergalácticas, sádicas y primitivas pero tecnológicamente desarrolladas, lo que les sirve para perfeccionar sus instrumentos de destrucción y bestialidad. 


Satisfactoriamente escrita y dirigida por Allen, con el co-guionista Randall William Cook (creador de efectos en Lord of the Rings (2001-2003), Ghostbusters (1984) e infinidad de producciones de Band) quien igualmente tiene gran carrera en los efectos visuales, ambos apoyados por una adecuada banda sonora del gran Richard Band y una edición mayormente correcta del veterano Steven Nielson (The Crater Lake Monster (1977), Microwave Massacre (1979)) con una trayectoria prolífica y larga también.

Al mismo tiempo, al filme se le puede calificar de anticuado e incluso de monótono, interpretado de manera inverosímil, pues al fin y al cabo estamos ante una perfecta fotocopia de sus influencias de mayor peso.


Reproduce al pie de la letra la forma clásica del filme de monstruos y aventuras, con su prosaica dirección tradicionalista, con panorámicas desveladoras de paisajes descomunales, el pesado ritmo sosegado, el celoso resguardamiento de su acción de monstruos hasta el clímax, las obsoletas transiciones de fundidos a negro de puntuación (que hoy en día se leen más como cortes a comerciales que otra cosa) y por supuesto su colección de personajes arquetípicos, aquí implementados apropiadamente y sin desviaciones de algún tipo.

El arcaico modelo funciona como una sintetizada copia-homenaje al creature feature protagonizado por modelos monstruosos, reciclando una esquelética historia inmortal al mismo tiempo englobadora de todos los tropos avistados y recordados, la intachable técnica de un Valle de Gwangi (1969), con todo y sus unidimensionales protagonistas, lo que se puede repetir si hablamos de The Beast from 20,000 Fathoms (1953), It Came from Beneath the Sea (1955) y gran cantidad de clásicos de antaño, en donde el filme se guardaba a las verdaderas estrellas para secuencias clave, sin tirarnos de sopetón todos sus trucos por el riesgo de poseer un clímax precoz, dosificándolos mediante el desarrollo de la trama, llegando al impactante crescendo final, y en Primevals la fórmula se repite y se mantiene exitosamente vigente todavía. 


El final, el tercer acto en específico, ejerce una habilidosa demostración de talento artesanal superior, en donde el stop motion Harryhausiano llega un máximo refinamiento, rayando en un apantallamiento tecnicista soberbio y autocomplaciente, perfeccionista stop motion pocas veces visto, con fluidez absoluta e insólita. La perfección artesanal de los conceptos de los mencionados maestros del medio, contando con la impresionante asimilación por parte del material nuevo con lo rodado en 1994, continuidad técnica casi perfecta entre ambos.

A pesar de las posibles tentaciones de ofrecer estímulo en exceso, no se deja llevar por el ruido visual ni la atiborración innecesaria, los planos son consistentemente pensados con anterioridad, dejando lugar para un concreto montaje sin distracciones ni desviaciones del desarrollo ya previsto, sabiamente pone los efectos a merced de sus ideas, que si aleccionadoras y generales, consiguen transmitirse con efectividad.


En su relato toca temáticas como la crueldad incivilizada perpetrada por seres con tecnología supuestamente sofisticada, mostrando a los antagonistas como sádicos feroces que se deleitan con su violencia, relacionando su comportamiento con los del ser humano y su naturaleza. 

Primevals es el reconocimiento del misterio del salvajismo humano primitivo, encontrado en las demostraciones de brutalidad organizada y elaborada de los monstruos villanos, quienes comparten ADN y similitudes con la especie homo sapiens; aquí se encuentran los misterios prehistóricos que buscaban Harryhausen y O'Brien con sus bestias de tiempos remotos, sus leyendas marítimas, islas intactas por el desarrollo civilizado, y mitos inmortales de años inmemoriales, su incansable búsqueda a un pasado que pueda explicar la naturaleza bestial destructiva del universo, encarnada en sus icónicas creaciones. 

Allen sugiere que las emociones humanas por medio del sacrificio desinteresado solo pueden salvar a los protagonistas, expresado por el sacrificio del nativo en la escena inicial, el del yeti grandote, anteriormente caracterizado como un gigante mansote, antes de ser corrompido por los reptiles, y el sacrificio de la profesora filosofadora (flechada cual fierecilla jovencita de Intolerancia (Griffith, 1916) con un extendido discurso anterior a su muerte, cuál lección de humanismo chafita que te dice de qué trató la película. 

Dentro de su cursilería casi didáctica, está la esperanza de la evolución anti-salvaje anti-brutal del humano, aprendiendo de las ruinas de la caída civilización reptiloide, vencida por su propio cañón con rayo destructor de planeta desconocido. Complementando su escritura de chusca obviedad está su tono cándido, y la moraleja ambiciosa de fábula optimista, necesariamente carente de sutileza, pero no por eso menos seria.    


Primevals es el último respiro, una pieza clave perdida de la historia de la ficción fantástica ingenua, el punto final que hubiese clausurado el tan amado modelo, cerrando con el cine de aventuras de estudio con stop motion, tal vez para siempre, abriendo paso a los ejemplos actualizados y posmodernos de serie Z, como Queen Crab (2015), y otros trabajos de Brett Piper, entre los de otros realizadores. Todos tocados por la era digital modernizada, y el plagio-tributo casero, cayendo siempre en fanatismo ligero más que en la repetición exacta, muchas veces para su fortuna.

Desconcertante para los espectadores no familiares con sus influencias, Primevals es la película de mayor ambición y alcance de Full Moon, y no tiene nada de olvidable, será un viaje al pasado dentro de otro, pues a pesar de sus más de 30 años de espera el filme en sí nos remonta a una era anterior, casi tocando el corazón del cine de monstruos puro y duro, una de las películas que no te puedes perder si eres fan de la serie B.

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