domingo, 25 de agosto de 2024

Barbie & Kendra Crash Joe Bob's Drive-In Jamboree (2024) |Crítica

En el nuevo crispante mediometraje medio chistoso medio entretenido del productor/director completo Charles Band el dúo dinámico de camgirls audaces Barbie (una exasperante Cody Renee Cameron) y Kendra (la exagerada Robin Sydney, la nueva esposa del realizador) buscan un hombre machote al estilo vaquero y terminan encontrando a un despistado Joe Bob Briggs (junto a una irrelevante Diana Prince) llevando cabo una celebración del autocine obsoleto por su cualidad de “irremplazable” proyectando extractos incoherentes del plagio pseudo-humorístico del exorcista Ruby (1977), con insertos de Seytan (1974), y un avance de Crash! (1976) de pilón para rellenar la duración de la cosa.  

Cuarta cinta irritante de Barbie y Kendra en cuyo centro se encuentran doblajes burdos a películas de serie B pertenecientes al catálogo de Full Moon. Cada una más deteriorada que la anterior, con chistes de tópicos actuales que las dejarán desactualizadas en un año, pero insólitamente resulta la más inspirada por su insistencia de comentar sobre la explotación industrial Hollywoodense de franquicias taquilleras mediante la película dentro de la película. Los plagios descarados de El Exorcista (1973) en el sagrado autocine sureño y la narración dentro de la nueva historia improvisada de la película presentada en el autocine denuncian la misma condición carente de originalidad de la industria cinematográfica actual. Todo bañado en nostálgicas remembranzas a una era extinta de entretenimiento al aire libre que ahora resultan patéticas cual fanático desesperado sujetándose a sus arcaicos métodos de exhibición como forma de contracultura desviada, y en un océano de chistes internos captados por los que forman parte del fanatismo de convenciones de terror en gringolandia.  

Ataques firmes e intencionados (pero desatinados) a las modas modernas y la cultura popular del momento adornando su autocomplacencia retro de tributo barato. Añadiendo a eso una accidental ruptura de la forma cinematográfica profesional-industrial actual (cambios bruscos de formato y calidad de imagen, encuadres incómodos, anti-estética cruda, interpretaciones torpes, puesta en escena rígida y meramente funcional, toscos primeros planos de chicas topless, infernal plano general maestro extendido, predecible plano-contraplano, etc...) como instrumento flojo de enajenación, chocan y se oponen a las reglas y convenciones del cine tradicional que se ofrece hoy en día al rechazar el virtuosismo a favor de la sencillez. 

De la mala leche a la rebeldía, Band destaca por su total descuido formal a favor del entretenimiento breve y eficaz. Un festival autocomplaciente de cuestionables métodos e intenciones. Una reinvención desinflada del filme de franquicia menor forzado, deteriorada por la elíptica sobrefragmentación episódica que tiene como trama, la cual se resbala y se pierde en un mar de gags desesperados cuyo blanco es una cultura que apenas entiende y  una industria en la que ni siquiera figura, tanto para bien como para mal. Band y William Butler (el guionista) han elegido el camino fácil de la parodia ingenua más bofa y desganada en la cual se usa de excusa el comentario social-industrial que contrasta con el engrandecimiento a las formas más olvidadas y despreciadas de proyección. Irónicamente todo esto en un film que fue directo a streaming y que solo resultaría aceptable en tal formato casero que prioriza el material de “consume y desecha” como este. 

Ejercicio de la sintetización de Band y su estilo de vulgarismo multi-lenguaje si hablamos cinematográficamente, verbalmente, estéticamente, literariamente, narrativamente, en contenido y forma y todo lo que le sigue, que solo funciona cuando no está al tanto de sus transgresiones .

domingo, 18 de agosto de 2024

Alien: Romulus (2024) y la canibalización blockbuster.

El cuarto largometraje como director de Fede Álvarez está conformado por un desfile de elaboradas recreaciones de escenas, planos y visuales clásicas de la franquicia de Alien que solían brillar por su frescura dentro de su contexto, personajes corriendo por los cerrados pasillos de las industriales naves espaciales mal iluminadas y humeantes, el primer plano con el viscoso xenomorfo salivoso sofocando a una heroína, la jauría de xenomorfos acechando en las sombras, la protagonista armada que resulta ser la última sobreviviente, la acídica sangre extraterrestre que desintegra interiores metálicos, todo esto se transfiere al relato elemental de este filme plagio-tributo confeccionado minuciosa y sintéticamente como la obra-homenaje más fiel y reiterativa posible, un remedo de filme similar al remedo de humano que son los humanoides sintéticos que la cinta intenta reivindicar (?). Un filme al estilo best hits más ciegamente fanático que se ha multiplicado desde The Force Awakens (2015) y que se volvió mandatorio, creando la nueva oleada de cintas-tributo al Hollywood pasado hechas por el Hollywood de hoy. 

Un tratamiento esperado conociendo la carrera de Fede y su ópera prima que servía de refrito directo de Evil Dead, pero los homenajes que se leían como los puntos obligatorios de un remake aquí son solamente secuencias y planos al estilo “copia y pega” con cada vez más desgastada eficacia. Ni el anteriormente intimidante xenomorfo se salva de ser otra criatura más vista por una cámara digital que no registra tanta información como lo hacía la fotografía en película real de la primera, la cual necesitaba de mucha luz para obtener imágenes más dinámicas, aquí se termina perdiendo el golpe de los detalles en el aspecto grotesco de los monstruos y los escenarios se ven más como una mancha borrosa. Mucho menos se puede decir que han brillado los protagonistas, ahora carentes de la madurez sobria de los adultos que lideraban las historias de las originales, ahora vemos a jóvenes modernos que recuerdan más a los adolescentes perdidos de un Talk To Me (2022) o Evil Dead Rise (2023) que a la disciplinada heroína icónica que era Ripley y los marines veteranos. Ni siquiera explota el potencial de esta brecha generacional explorando las preocupaciones de generaciones más jóvenes. Están también los breves e insustanciales comentarios anti-corporaciones que ahora ya dejan de ser parte del conflicto central y se tocan solamente en líneas de diálogo desechables, la trama es ahora casi totalmente apolítica. ¿Entonces por qué añadir esos instantes de cuasi-comentario barato? Porque sí, porque no, por si acaso y porque salía en las otras.

Tonalmente es un puente entre la pausada Alien (1979, Scott) y el exaltado espectáculo de Aliens (1986, Cameron), queriendo quedarse con sus silencios ominosos y también con las balaceras ruidosas, que más que acercarse al filme de Cameron son más bien dignas de una buena historieta suplementaria a la franquicia. Este extraño hibrido de estilos no hace más que verse indeciso con su inquieta cámara alebrestada durante la acción y la estática cámara que establece los oscuros y peligrosos ambientes. Si te preguntas qué tanto de ello es legible y estimulante pues más vale recordar Alien vs Predator: Requiem (2007, hermanos Strause) para recordar lo que era una buena acción de monstruos en penumbra casi total porque estos enfrentamientos son más que nada fugaces y mecánicos. 

Muestra de su ordinariez es que es la cinta que finalmente toca las temáticas de engendración y maternidad directamente y sin alusiones pero con menor relevancia temática que Prometeo (2012) con su búsqueda por el origen de la vida. El bebé humano-xenomorfo irrumpe inadvertidamente como sorpresa en el clímax, imagen ya vista y tratada con mucha burla en Creepozoids (1987, De Couteau) o incluso en el sangriento parto de punto final que cierra la Cormanesca Humanoids from the Deep (1980, Peeters), pero no solo eso, sino que también de este parto sale un humanoide tipo Xtro (1982, Davenport). ¿Habrá idea psicosexual/reproductiva del clásico de 1979 que los artesanos de la serie B no hayan ya aprovechado y mejor explorado con sus plagios? Incluso Alien Resurrection (1997, Jeunet) ya había llegado mucho más lejos con su espectacular aborto espacial. Aquí hay vaginas alienígenas y bebés monstruosos, pero, ¿existe la unidad entre su historia y sus imágenes? 

No se deja ver la trinidad temática-relato-forma de este modelo tradicional al que pertenece, aquí nos encontramos con la disparidad de esta nueva era con respecto a las anteriores, en donde a la corrección académica se añade la corrección industrial: no basta con que la película siga los parámetros académicos genéricos, ahora también tiene que parecerse a lo que conocemos de Alien sin importar nada, mientras más familiar es, mejor se vende. Por eso proliferan los Fede Álvarez en la industria, no es algo nuevo, ya viene desde los setentas u ochentas con tanto plagio-tributo desmedido a los seriales de aventuras, a John Ford, a Hitchcock y a Robert Wise, estamos ante la era de los fanáticos Spielbergianos. Más en común tienen estos blockbusters actuales sobrenostálgicos con Spielberg que con sus originales. El tipo de cine que se alimenta de otro cine solamente. Un cine que trivializa las imágenes que se roba al eliminar su significado, al sacarlas de la estructura para la que fueron concebidas y ponerlas en una “montaña rusa homenajista”, no han pasado esas imágenes por un proceso de reconfiguración y apropiación necesario para ser revitalizadas con un significado nuevo y actualizado. No son imágenes revividas, son meramente imitativas, son imágenes cadáver.   

¿Era la Alien original un descarado homenaje a El planeta de los vampiros (1965, Bava) o a El terror del más allá (1958, Cahn)? Lo dudo. Incluso si tomaba elementos indiscutiblemente presentes en esas películas y recreaba elementos o conceptos de ellas, estaba todo totalmente personalizado a la visión de Ridley Scott. 

¿Por qué aparecen las imágenes familiares que he mencionado en el primer párrafo en Alien: Romulus? Simplemente porque aparecían en las originales.       

Puede que esté equivocado, pero esa es mi actitud con el cine de género actual, es una canibalización del propio imaginario y de las propias imágenes creadas dentro del mismo género, de la misma franquicia, ahora sin contexto o con una floja excusa narrativa para repetir sin recontextualizar sustancialmente, incluso sin la parodia que implica la serie B (la cual hoy sigue igual de rica), esta concepción del cine como regurgitación de la misma cosa como referencia complaciente cierra la puerta al comentario y a darle nueva vida a imágenes icónicas. La misma Alien es el ejemplo perfecto de eso como ya se ha mencionado. Este fenómeno no es nada nuevo, ya tiene años cociéndose. La culpa no la tiene Alien: Romulus (una película ligera y con breves momentos que sobresalen), la cual dista de ser el peor ejemplo de esto, pero es una tendencia presente y obvia. No es un tipo de cine que me llame la atención por eso mismo, es la razón de que rara vez toque al cine popular actual en el canal y en el blog. La diferencia es simple, películas como Alien: Romulus nos hablan de otras películas, mientras que películas como Alien y Aliens, incluso en su condición de cine de género superlativo, nos hablaban de la vida, de ideas.

martes, 23 de julio de 2024

Bad CGI Gator (2023) y la sátira plácida |Crítica

Full Moon nos entrega esta nueva adición al subgénero de "ironía naif" sobre patéticos animales salvajes listos para masacrar americanos desprevenidos, premisa ya caducada y mal concebida vista en Bad CGI Sharks (2019) o incluso Cocaine Bear (2023). Danny Draven, el artesano rutinario de cintas Direct to Video y ex-editor de Charles Band que ha encabezado productos del videoclub genérico como Horrorvision (2001), Cryptz (2002) o Dark Walker (2003) y recientemente la más Ghouliesca de las cintas marihuanas de Band que es Weedjies! Halloweed night (2019), termina siendo el pobre trabajador encargado de una obra podrida y redundante de nacimiento; su largometraje número doce. 

Lejos de caer en el típico abismo despreciable que es la autoconsciencia malinterpretada vista en las malas parodias a la serie B, el mítico productor y su alumno experimentado nos ofrecen una esquizofrénica pseudo-sátira blandengue del género en términos más generales y tal vez con intenciones menos maliciosas que las de Brett Kelly con sus sarcásticos tiburones jurásicos y de ouijas, arremetiendo contra cada estereotipo, signo y tropo en la fórmula del terror creature feature actual pero del mismo modo es una sátira sin enfoque y sin objetivo a que atinar. La comedia mensa más plana y descarriladamente exagerada brota constantemente de un guion decididamente desnutrido, derivativo y de simpleza intencional, además de los desgastados personajes estereotipados que lo son para exponer su fatiga en el terror genérico.  

El grupito pendejito de springbreakeros pasa las vacaciones en una cabaña, son los virtuosamente ingenuos protagonistas secos que se enamoran, los frat boys estupidisimos y las valley girls influencers; todos desechables ante las mandíbulas de la bestia antagonista. Uno podría seguir las huellas de la degeneración de esta premisa desde la antiaventura aletargada del mockbuster de Jaws italiano Killer Crocodile (1989), los guiños cómicos demoledores de la cuarta pared de Lake Placid (1999) pero más que nada se toma como prototipo el desmadroso y juguetón cutremetraje de Tobe Hooper titulado Crocodile (2000) con todo y los fiesteros jóvenes batallando contra un mal renderizado reptil de pantano.   

Bad CGI Gator no solo comparte ADN con esta última producción, sino que eleva sus conceptos más peculiares, como la inyección de personalidad humana en plan caricatura a su animal asesino, además del continuo estiramiento de la verosimilitud y la representación de su bestia, jugando siempre con las posibilidades de las creaciones por computadora, además de que la ridiculez llega a puntos irritantemente deliberados, el cocodrilo ya no derriba la pared, sino que toca la puerta. El filme se compromete al juego de género al que apuntaba Hooper. 

Sin duda se le dio luz verde debido a ciertas ideas irreales que llamaron la atención de Band, como cuando el flotante caimán toca el timbre de la casa donde se esconden sus presas antes de atacarlas o cuando la criatura utiliza sus superpoderes provenientes del departamento de (d)efectos especiales por ordenador para merendarse a uno de los idiotas vacacionistas mientras levita en el aire, echándoselo de un bocado. Los aciertos creativos son apaciguados por un tono y ritmo desganados, producto de una burla filosa al cine normalito y su sobreexplotación del CGI (y porque no, también a la serie B competidora), utilizando la ironía para presentar las fallas y pecados cinematográficos ocasionados por el cine hecho por computadora del que Band tanto se queja e ignoraba hasta este momento, pero no hay intenciones subrayadas ni un texto interesante que lo mantenga cautivante o que lo vuelva necesario; se podría hacer el argumento de que The Asylum e incontables cintas sin presupuesto ya ocupan ese espacio y vuelven sus parodias a la corriente mainstream mucho más directas y contundentes con descarados mockbusters y plagios cutres; volviendo a Bad CGI Gator una desviación sin gracia del catálogo de Full Moon.

domingo, 30 de junio de 2024

The Primevals (1994-2023) y el salvajismo truculento |Crítica

¿Qué tanto estás dispuesto a esperar para terminar tu película? 

Una pregunta que de seguro pasó varias veces por la mente de David Allen, el mago técnico de efectos especiales que dio vida a las marionetas de Puppet Master (1989) y a gran cantidad de criaturas pertenecientes a la compañía Full Moon, juntando créditos en gran cantidad de largometrajes populares y desconocidos alrededor de su carrera, desde Ghostbusters 2 (1989) hasta Laserblast (1979).




El joven Allen empezó un proyecto personal en los años sesenta inspirado en historias pulp sobre viajes a tierras desconocidas, habitadas por criaturas extravagantes, mayormente influenciado por los clásicos de maestros como Willis H. O'Brien y Ray Harryhausen, su obra original (originalmente titulada Raiders of the Stone Ring) fue traída a la vida en forma de una secuencia de prueba, la cual supuestamente incitaría a compañías como Hammer Films a producir un largometraje completo pero desafortunadamente los planes para la realización de la película fueron abortados. 



Puesto en espera, Allen no abandonó la idea, siguió cambiando y desarrollando el proyecto hasta que conoció a un joven productor a finales de los años setenta, Charles Band, a quien le presentó la idea, Band estuvo interesado, y comenzó la preproducción de la cinta.

Tuvieron que disolverse varias compañías, pasando año tras año de preproducción frustrada, hasta que a principios de los noventa, Band le propondría a Allen finalmente rodar la película, aprovechando el financiamiento de Paramount y el jugoso éxito de sus filmes de la época dorada de Full Moon. 

En 1994, el rodaje del proyecto, ahora titulado The Primevals, comenzó en Rumanía en verano y duró alrededor de 10 a 12 semanas, bajo la dirección de Allen, quien anteriormente se había demostrado como un convincente director con Puppet Master 2 (1990), su primer largometraje como realizador total sin contar su porción pequeña de The Dungeonmaster (1984)

Todo se vino abajo con la crisis que golpeó duro a la compañía productora, la separación de Full Moon y Paramount, afectando duramente a la situación financiera de  Band, quien borró varias películas planeadas y dejó inconclusa la producción de Primevals. 

David retomó brevemente el proyecto entre trabajos pero esto acabó con su muerte en 1999, después todo el metraje fue archivado, los materiales distribuidos entre su equipo técnico de efectos especiales, y Band no pudo hacer demasiado debido a los nefastos tiempos económicos en los que se veía.


Todo esto cambió en el 2018, cuando Band se encontró en otro de sus resurgimientos en la industria por la proliferación del streaming y decidió terminar el filme de una vez por todas, usando a los estudiantes de Allen y a editores eficientes que pudieran concluir la posproducción, todo para traer a nuestras pantallas al bebé de Allen finalmente.

Existen dos versiones de la película, una con los efectos especiales completamente terminados y una con escenas eliminadas que se quedaron solamente como parte del guion gráfico realizado por Allen. Ambas se podrán ver en los lanzamientos caseros de la cinta. 



En las tierras lejanas del Himalaya se encuentra el cuerpo de un colosal yeti, el gigante es expuesto por la profesora apasionada Claire Collier (una inspirada Juliet Mills), solo para ser interceptada por el estudiante de tesis fallida, Matthew Connor (un plano Richard Joseph Paul), quien termina viajando al lugar del descubrimiento criptozoológico con ella, después de encontrar marcas de avanzada cirugía cerebral en el cuerpo del coloso, no sin antes contratar al endurecido explorador Rondo Montana (Leon Russom en plan Indiana Jones de pacotilla) como guía. 






Al llegar encuentran a otra ex estudiante de la profesora, Kathleen (una desubicada Walker Brandt), quien les informa de un jefe nativo que enfrentó a la criatura. Tras un exhaustivo viaje por las nevadas montañas y campos extensivos, juntos encuentran la escondida guarida extraterrestre, hogar de invasores que se demuestran como los responsables de la aparición de ciertas bestias mortales, las mascotas de la civilización avanzada de reptilianos David Ickeanos





Desde hace más de 100 mil años los reptiloides hiperinteligentes moldean y monitorean la evolución en la tierra, creando experimentos controlados en sus bases, ahora estos se han salido de control, no solo torturando con su super tecnología sino también utilizando materiales terrenales para sus guaridas y armas, herramientas sospechosamente humanas.



Atrapados en sus jaulas de madera, los humanos protagonistas son parte de un espectáculo de coliseo romano con gladiadores críptidos, todo para el disfrute de las lagartijas intergalácticas, sádicas y primitivas pero tecnológicamente desarrolladas, lo que les sirve para perfeccionar sus instrumentos de destrucción y bestialidad. 


Satisfactoriamente escrita y dirigida por Allen, con el co-guionista Randall William Cook (creador de efectos en Lord of the Rings (2001-2003), Ghostbusters (1984) e infinidad de producciones de Band) quien igualmente tiene gran carrera en los efectos visuales, ambos apoyados por una adecuada banda sonora del gran Richard Band y una edición mayormente correcta del veterano Steven Nielson (The Crater Lake Monster (1977), Microwave Massacre (1979)) con una trayectoria prolífica y larga también.

Al mismo tiempo, al filme se le puede calificar de anticuado e incluso de monótono, interpretado de manera inverosímil, pues al fin y al cabo estamos ante una perfecta fotocopia de sus influencias de mayor peso.


Reproduce al pie de la letra la forma clásica del filme de monstruos y aventuras, con su prosaica dirección tradicionalista, con panorámicas desveladoras de paisajes descomunales, el pesado ritmo sosegado, el celoso resguardamiento de su acción de monstruos hasta el clímax, las obsoletas transiciones de fundidos a negro de puntuación (que hoy en día se leen más como cortes a comerciales que otra cosa) y por supuesto su colección de personajes arquetípicos, aquí implementados apropiadamente y sin desviaciones de algún tipo.

El arcaico modelo funciona como una sintetizada copia-homenaje al creature feature protagonizado por modelos monstruosos, reciclando una esquelética historia inmortal al mismo tiempo englobadora de todos los tropos avistados y recordados, la intachable técnica de un Valle de Gwangi (1969), con todo y sus unidimensionales protagonistas, lo que se puede repetir si hablamos de The Beast from 20,000 Fathoms (1953), It Came from Beneath the Sea (1955) y gran cantidad de clásicos de antaño, en donde el filme se guardaba a las verdaderas estrellas para secuencias clave, sin tirarnos de sopetón todos sus trucos por el riesgo de poseer un clímax precoz, dosificándolos mediante el desarrollo de la trama, llegando al impactante crescendo final, y en Primevals la fórmula se repite y se mantiene exitosamente vigente todavía. 


El final, el tercer acto en específico, ejerce una habilidosa demostración de talento artesanal superior, en donde el stop motion Harryhausiano llega un máximo refinamiento, rayando en un apantallamiento tecnicista soberbio y autocomplaciente, perfeccionista stop motion pocas veces visto, con fluidez absoluta e insólita. La perfección artesanal de los conceptos de los mencionados maestros del medio, contando con la impresionante asimilación por parte del material nuevo con lo rodado en 1994, continuidad técnica casi perfecta entre ambos.

A pesar de las posibles tentaciones de ofrecer estímulo en exceso, no se deja llevar por el ruido visual ni la atiborración innecesaria, los planos son consistentemente pensados con anterioridad, dejando lugar para un concreto montaje sin distracciones ni desviaciones del desarrollo ya previsto, sabiamente pone los efectos a merced de sus ideas, que si aleccionadoras y generales, consiguen transmitirse con efectividad.


En su relato toca temáticas como la crueldad incivilizada perpetrada por seres con tecnología supuestamente sofisticada, mostrando a los antagonistas como sádicos feroces que se deleitan con su violencia, relacionando su comportamiento con los del ser humano y su naturaleza. 

Primevals es el reconocimiento del misterio del salvajismo humano primitivo, encontrado en las demostraciones de brutalidad organizada y elaborada de los monstruos villanos, quienes comparten ADN y similitudes con la especie homo sapiens; aquí se encuentran los misterios prehistóricos que buscaban Harryhausen y O'Brien con sus bestias de tiempos remotos, sus leyendas marítimas, islas intactas por el desarrollo civilizado, y mitos inmortales de años inmemoriales, su incansable búsqueda a un pasado que pueda explicar la naturaleza bestial destructiva del universo, encarnada en sus icónicas creaciones. 

Allen sugiere que las emociones humanas por medio del sacrificio desinteresado solo pueden salvar a los protagonistas, expresado por el sacrificio del nativo en la escena inicial, el del yeti grandote, anteriormente caracterizado como un gigante mansote, antes de ser corrompido por los reptiles, y el sacrificio de la profesora filosofadora (flechada cual fierecilla jovencita de Intolerancia (Griffith, 1916) con un extendido discurso anterior a su muerte, cuál lección de humanismo chafita que te dice de qué trató la película. 

Dentro de su cursilería casi didáctica, está la esperanza de la evolución anti-salvaje anti-brutal del humano, aprendiendo de las ruinas de la caída civilización reptiloide, vencida por su propio cañón con rayo destructor de planeta desconocido. Complementando su escritura de chusca obviedad está su tono cándido, y la moraleja ambiciosa de fábula optimista, necesariamente carente de sutileza, pero no por eso menos seria.    


Primevals es el último respiro, una pieza clave perdida de la historia de la ficción fantástica ingenua, el punto final que hubiese clausurado el tan amado modelo, cerrando con el cine de aventuras de estudio con stop motion, tal vez para siempre, abriendo paso a los ejemplos actualizados y posmodernos de serie Z, como Queen Crab (2015), y otros trabajos de Brett Piper, entre los de otros realizadores. Todos tocados por la era digital modernizada, y el plagio-tributo casero, cayendo siempre en fanatismo ligero más que en la repetición exacta, muchas veces para su fortuna.

Desconcertante para los espectadores no familiares con sus influencias, Primevals es la película de mayor ambición y alcance de Full Moon, y no tiene nada de olvidable, será un viaje al pasado dentro de otro, pues a pesar de sus más de 30 años de espera el filme en sí nos remonta a una era anterior, casi tocando el corazón del cine de monstruos puro y duro, una de las películas que no te puedes perder si eres fan de la serie B.

Crítica en vídeo:

lunes, 17 de junio de 2024

How to Make a Monster (1958) Retrospectiva y reseña

Una reseña rápida y algo plana pero que funciona bien para lo que es. Ahora me inclinaría más bien a tratar de diseccionar el apartado metaficcional y autorreferencial, como cierto sentimiento de culpa por parte de Arkoff y Gordon por maltratar a sus trabajadores como a Ed Wood y particularmente a Paul Blaisdell, quien realmente sufrió de cierta desestimación por parte de American International Pictures, justo como el villano de la cinta. 

Fuera de eso, aún se ve deja ver como una notable cinta de terror sobre el Hollywood de bajo calibre en la época dorada del cine de monstruos clásico. 

lunes, 29 de abril de 2024

They Saved Hitler's Brain (1968) Salvaron el cerebro de Hitler |Retrospectiva y crítica

Una reseña a Salvaron el cerebro de Hitler, una película para televisión que se volvió bastante infame. ¿Será una joya oculta o de las peores de todos los tiempos?

Tal vez hoy escribiría de manera muy diferente mi crítica a la película, me enfocaría en las diferencias entre ambas películas y como una comenta sobre la otra, algo que sí hice en el vídeo final hasta cierto punto pero no las vería tanto como entes apartados o sin relación a día de hoy, al menos no necesariamente. No obstante, creo que mucho se mantiene bien.  

lunes, 15 de abril de 2024

The Howling: La saga completa (1981-2011) |Crítica

Una crítica al filme de culto ochentero que fue parte de la resurrección del hombre lobo en el cine mainstream, además de sus numerosas secuelas infames. 

Hablando de la crítica a la primera, mayormente creo que este vídeo se mantiene decentemente, aunque tal vez me enfocaría un poco más en los aspectos cinematográficos hoy en día, al menos hasta donde podría hacerlo de acuerdo a mis capacidades, pero la crítica de Jorge Ayala Blanco de Aullidos sigue siendo la más acertada de todos modos. 

En cuanto a las secuelas, mayormente considero que mi acercamiento fue un poco más prejuicioso de lo necesario pero muchos argumentos de las críticas sirven bastante bien para un análisis de las películas más completo a futuro, o para el comienzo de uno hecho por alguien más.